Nuestros amigos industriales de la publicidad en la vía pública echan pestes, chines y madres sobre el argumento que las agencias de medios vienen manejando, desde marzo de 2020, para ya no contratar publicidad exterior o hacerlo en mínimas cantidades.
“Si antes te pagaba tanto era porque había millones de personas en la calle y eran otras tantas probabilidades de que se vieran esos anuncios, ahora me tienes que cobrar lo mínimo porque hay muy poca gente fuera de casa…”.
Chin, pues sí: tiene cierta lógica el razonamiento.
Solo que, de acuerdo a los reportes de movilidad en la CDMX, el 48% de la gente NUNCA se quedó en sus hogares por una simple y poderosa razón: tenían que comer. Así que, primero Dios, a darle a la chamba duro y bonito: de algo nos tenemos que morir.
Y como prueba de la estadística anterior está el S.T.C. Metro de esta ciudad.
El sistema de transporte masivo en donde, si bien el boletaje vendido bajó un poco durante algunos días, pocos, la movilidad rápidamente se recuperó y siempre mantuvo su promedio de 5 millones de viajes – personas al día. Boletito habla. Pero, agarrando parejo, los dizque estrategas aplicaron el mismo recorte a todo lo que es vía pública sin importarles que, por su ignorancia, se haya perdido tanto impacto, frecuencia y recordación: porque el público, sobre todo en el Metro, ahí siguió y siguió.
Esperando ver a la publicidad que alguien canceló bajo un criterio erroneo. Y que hubiera tenido un gran impacto bajo el dicho de “entre menos burros, más olotes”.
Cuando estuvo en México, José María Cuende, el más nombrado analista de medios exteriores en Europa y África, dijo: “en cualquier lugar del mundo, el Metro es la máquina más eficaz para ganar recordación e imagen porque ahí el público usuario está cautivo”.
Digo, había que avisarles a nuestros estrategas de huaraches.